Melodía azul
Retomo aquella canción, esta vez desde el principio; "...hoy es el comienzo del final...". Así de bien sonaba mi cabecita anoche, sentado en un solitario banco de la estación de metro de Cuatroka. Acababa de pasar el último tren hacia Sol: sólo pude ver su luz penetrando en la nada. Estaba cómodo allí. Me había dado por sentarme a lo Buda, en paralelo a la pared y mirando hacia el oscuro túnel por donde en cinco minutos asomaría el próximo tren. Empezaba a llegar gente al andén cuando apareció una chica vestida de negro y con chaqueta azul. "Azul", repetí, "ahora sólo puedo pedir que vengas hasta aquí", y empecé a acompañar la canción con mis dedos, el metal del banco y sus pasos. La chica atravesó el andén y, de entre toda la larga fila de bancos, eligió el mío. Sentada frente a mí pude observarla mejor. Tenía unos ojos y un pelo preciosos. Era muy guapa. La espera se hizo corta. La canción se acabó. Nos metimos juntos en el mismo vagón y tomamos rumbo al