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De rubias o morenas

Una vez, hace tiempo ya, Repugnancio Chulapas, la persona más nauseabunda que he conocido en mi vida, me miró, con su habitual gesto de pedante resabido, y me dijo: "Pero si tú eres más de rubias". Me pareció una intromisión en mi intimidad tan inoportuna y un acto de necedad inmediata tan sublime que me dejó sin palabras. Esta noche, por fin, tengo palabras y pienso: ¿Qué tendrá que ver el color del pelo para que te guste una persona? Este tío era (y seguirá siendo) así con todo. Pero, ¿por qué hay gente que, sin base previa, sin ton ni son, abre la boca? ¿Por qué hay quien alardea de conocerte más que nadie, que cree que sabe lo que piensas, lo que vas a hacer o a decir, lo que te gusta y, pese a conocerte poco o nada, sigue creyendo que puede opinar sobre los gustos, las creencias o los valores de uno, y vaticinar y explicar todo sobre tu vida, como si cada estupidez que esputa por la boca fuera ex cátedra? ¿Por qué la justicia divina no castiga a estos psicoanalistas de

Hoy se acaba el mundo

Dice la gente mayor que a partir de cierta edad el tiempo pasa más deprisa. Creo que es algo que todos experimentamos tarde o temprano: una percepción subjetiva de aceleración constante y vertiginosa, en un mundo en el que todo gira y gira y gira sin parar. Pero, ¿y si realmente el tiempo corre cada vez más deprisa? Imaginemos que todo nuestro universo se encuentra en una canica (¿no has visto el final del final de Men in Black?) ¿Y si esa sensación de aceleración responde a una realidad comparable a la de esa canica girando en un embudo? Sería una aceleración constante absolutamente imperceptible hoy en día por nuestros aparatos de medición; pero quizá algo sí pueda captar nuestro misterioso cerebro. Un mes más, según algún profeta, hoy 21 de junio (está de moda el 21) se acaba el mundo. A lo mejor, el tiempo-espacio se acelera de forma absolutamente perceptible para todos cuando la canica se acerca al agujero. O quizá somos nosotros mismos quienes aceleramos el tiempo con tanto vivi

O te subes al carro o caducas

El domingo por la noche vi el germen de la acampada en Sol; estuve un momento escuchando las instrucciones que les daba un chico a unos veinte jóvenes que esuchaban sentados en el suelo. Me sorprende ver la dimensión que ha cobrado todo esto. Algo de razón debían tener. Mucha razón deben tener. Tenemos toda la razón, qué carajo. Y es que, se mire como se mire, el futuro siempre es de los jóvenes, digan lo que digan, para bien o para mal, pese a quien pese, caiga quien caiga: es impepinable ley de vida. Confío en la buena educación de los acampados, en su vasta cultura y, concretamente, en sus profundos conocimientos de historia política. Y recalco esta confianza porque he visto en Sol a algún que otro personaje de cuidado (tipo cretino arrogante, iluminado emporrado muy trastornado, niño de papá amargado...) micrófono, pancarta, cervecita o empanada en mano, que pueden echar al traste todo esto. Hay de todo allí. Pero mantengo mi confianza porque los acampados están bien organizados,