24 horas de lluvia
El martes por la tarde estuve tomando un café en Logroño con un amigo de esos de toda la vida: fuimos compañeros de colegio desde los cinco años, y luego de instituto, y ahí seguimos, pese a la distancia y los diversos caminos que hemos tomando ambos. Me dijo que se casa en junio. Le envidié. ¡Qué afortunado! A las ocho le acompañé al funeral de una chica de nuestra edad, que murió hace pocos días en un accidente de tráfico. Era compañera nuestra en el instituto. En la puerta de la iglesia encontramos a otro amigo, con quien también habíamos compartido pupitre en el colegio y en el instituto. Lloraba desconsoladamente, y pensamos que era por la chica que había fallecido. "Mi madre", susurró. No pudo hablar más. Nos quedamos de piedra. Comenzó a llover. Ayer, a las siete, mi madre recibió una llamada de su primo de Bilbao. El hermanito pequeño de mi abuela, nuestro tío, "el tío" de toda la familia, tras varios meses de agonía, estaba a punto de morir. Mi madré corrió