La sombra del genio
Comienzo lento a cargo de violonchelos y contrabajos. Los violines cobran vida... De pronto, irrumpen el oboe y el clarinete con una preciosa melodía... ¿Cómo sería el universo de la música clásica si a la Sinfonía Nº 9 de Beethoven le faltasen los dos movimientos finales? No cabe duda de que ese vasto espacio que ocupa el noble arte de la composición musical carecería de una de sus estrellas más grandes y luminosas, si no la más. Sería una sinfonía “inacabada”, cuyo colosal desenlace se habría perdido para siempre en la oscuridad del eterno sueño del maestro de Bonn. Beethoven tardó casi seis años en componer la Novena , desde 1818 hasta el 7 de mayo de 1824, cuando se produjo su estreno en el Kärntnertortheater de Viena. Seguramente, aprovechó hasta el último momento para apuntalar los cimientos del coloso que iba a materializarse aquel día a través de esa mágica batuta, esos valiosos instrumentos y esas gargantas bendecidas por el destino. Aquella misma noche, un jo