Mi parte de Beny
En la vida parece ser que hay días que marcan para siempre el destino de uno, ocasiones mágicas en que voluntaria o involuntariamente te sales del guión, exploras nuevos terrenos, nuevas compañías, en los que rompes con la rutina. Mi amistad con Beny comenzó en un día de esos: una noche de abril de 2005, viernes. Por diversas razones, cuya exposición no considero oportuna ahora, me había dejado llevar por un grupo de unos diez 'erasmus', a los que también conocí aquella noche, a un garito del centro de Madrid (Warhol's), también nuevo para mí. Un par de copas, música ligera y el agradable intercambio cultural con mis exóticos acompañantes absorbieron mi atención hasta que uno de ellos, austriaco, y su supuesta y bonita novia hicieron ademán de retirarse. Eran ya las cinco de la mañana y, al parecer, tenían una fiesta al día siguiente y querían reservar fuerzas. Finalmente se iban todos, pero yo decidí quedarme allí, para apurar aquella (en lo personal) extraordinaria noche.