Mi parte de Beny

En la vida parece ser que hay días que marcan para siempre el destino de uno, ocasiones mágicas en que voluntaria o involuntariamente te sales del guión, exploras nuevos terrenos, nuevas compañías, en los que rompes con la rutina. Mi amistad con Beny comenzó en un día de esos: una noche de abril de 2005, viernes. Por diversas razones, cuya exposición no considero oportuna ahora, me había dejado llevar por un grupo de unos diez 'erasmus', a los que también conocí aquella noche, a un garito del centro de Madrid (Warhol's), también nuevo para mí. Un par de copas, música ligera y el agradable intercambio cultural con mis exóticos acompañantes absorbieron mi atención hasta que uno de ellos, austriaco, y su supuesta y bonita novia hicieron ademán de retirarse. Eran ya las cinco de la mañana y, al parecer, tenían una fiesta al día siguiente y querían reservar fuerzas. Finalmente se iban todos, pero yo decidí quedarme allí, para apurar aquella (en lo personal) extraordinaria noche. Intercambiamos teléfonos y me despedí.

Me apoyé en una pared, copa en la mano derecha, cigarro en la izquierda, y conecté el detector de autenticidad con la intención de buscar a alguien a quien darle palique: esa noche me apetecía hablar. Frente a mí, al fondo, vislumbré su silueta. Miré mejor, no podía creerlo. Ligero tupé, amenazantes patillas, tez pálida curtida en mil y una batallas, camisa de cuadros, frágil cuerpo enfundado en una gran chupa de cuero negro, y oscuras botas de punta con relucientes hebillas. Me recordó a dos de mis mejores amigos de mi Rioja querida (lo que hubieran dado por conocerle), pero con veinte años más. "¡Coño, vaya personaje!", pensé, y le abordé sin titubear.

"¿Te importa que te haga compañía?", comencé. Él me respondió con una sonrisa y una mirada de acogida tan sincera que creí estar ante el adalid de los dioses del Rock’n Roll. "¡Ey! Te pareces al cantante de Depeche Mode", sentenció el muy canalla. Nos presentamos y enseguida noté que Beny necesitaba hablar, y le escuché. Lo que me contó aquella noche durante casi un par de horas me marcaría para siempre: Tenía ante mí a una leyenda viva y muy vagamente reconocida de la Movida Madrileña. Evidentemente él era más humilde en su exposición: para él era su vida, algo normal; para mí era algo increíble. Me habló de la primera mesa de mezclas de Nacha Pop, de su amistad con Antonio Flores, de una movida que tuvo con La Unión, de Olvido Gara, de Loquillo, de Ramoncín, de Bunbury... Me describió sus últimos proyectos, y sus ilusiones musicales y artísticas e, incluso, tarareó un par de canciones en las que estaba trabajando. En definitiva, me introdujo en su mundo y yo me dejé cautivar por su magia. No recuerdo las palabras exactas, pero guardo muchas instantáneas y sensaciones de aquella primera velada con Beny, y el brillo de su mirada cuando relataba sus desventuras... ¿Por qué me miraba así, como si fuera la única tabla de salvación en un naufragio?

Me habló también de una hija que un día se fue... Y aquí, en este momento, dejó escapar una lágrima, y otra, y otra más... Y no pude hacer más que abrazarle y decirle: "Mira tío, yo nunca he conocido a nadie como tú, así que ánimo, que eres grande y te queda mucho por hacer". Poco a poco se fue calmando. Estuvimos unos minutos en silencio. Durante ese momento Beny mantuvo la vista perdida, como ordenando sus ideas. De pronto, creo que por efecto de alguna canción que pusieron, Beny regresó de las nubes y volvió a sonreír. Me emplazó a quedar otro día para hablar más tranquilamente, para hacer una paellada con no sé qué amigos, para presentarme a gente, para enseñarme sus canciones, para mostrarme el equipo musical que tenía en su casa... Celebró que compartiésemos gustos e intereses musicales, y me animó a progresar y a llamarle para echar unos guitarreos.

Recuerdo que anoté su número de teléfono y poco más. No sé si cerramos aquel garito, o sí nos fuimos antes, o si uno se fue antes que el otro. Aquí ya se confunde mi mala memoria con momentos de otras noches posteriores. Y es que aquel día no fue más que el principio de un largo año en el que no era raro empezar saliendo con otros amigos y acabar con Beny, mano a mano, hasta las tantas. Estar con Beny valía la pena. Derrochaba magia, incluso de la de chistera: ¿A quién sino a él se le podría ocurrir montar un "laboratorio de pociones y brebajes" (así lo denominaría él) en la planta superior de un garito? Lo hizo y aquello fue para nota: el decorado, el humo, la canela, su disfraz de alquimista, con maquillaje incluido... Pero una vez más no le acompañó la suerte. Un amigo mío fue a verle para tomar unos chupitos, pero Beny ya no estaba allí. Cuando volví a verle (un viernes del pasado mes de julio), pensé darle ánimos tras su fallida experiencia primaveral como "alquimista", pero no me hizo falta. "¿Sabes que he conocido a los chicos de los que me hablaste, a los de Pereza?", me dijo, y me invitó a ir a un concierto al día siguiente. Además me dio una tarjeta de un garito de nombre "Rebel Rebel": "Ahora estoy aquí, tienes que pasarte, te va a encantar".

Pocos días después quedé con un amigo para ir al número 20 de la calle Sagunto. Fue mi primera noche en "Rebel Rebel" y la última vez que vi a Beny. Nos lo encontramos en la puerta, como si nos estuviera esperando. Fue un anfitrión excelente. Nos presentó hasta a los músicos de los cuadros, y a mí me vendió como si fuera su hijo. Enseguida se dio cuenta de que aquel lugar me gustaba y me relató palmo a palmo los mejores momentos que había vivido allí. Yo me moría por no haber conocido aquello antes, pero lo que más rabia me dio fue no haber visto "su concierto", que él sólo organizó, e interpretó (le falló el resto de la banda a última hora). Definitivamente Beny era la perfecta definición en vida del antihéroe. Pese a todo, Beny derrochaba entusiasmo y energía vital y, si de algo no carecía, era de ganas de "dar la nota". Bohemio desmedido, chulapón de carretera, socarrón y extravagante, genio insustituible, se mantuvo en guardia hasta el final del final de la última batalla.

"Ciao Beny! ¡Hasta la vista! Te has ganado un sitio de honor en el Paraíso de los Sueños y los Recuerdos, en mi memoria y seguro que en la de muchos. Ésta es tu gloria. Siempre te tendré presente cuando esté en Rebel: es la herencia que me has dejado".

Comentarios

  1. He de reconocer que me ha emocionado tu relato, es de lo mejor que has escrito por aquí. Por cierto, no le habrá pasado nada a ese Beni, no? Por lo que parece no le vas a volver a ver, según lo que dejas a entender. Bueno, bitxo, a ver si nos vemos algún día de estos.

    ResponderEliminar
  2. Hola Sergio, me ha gustado mucho tu homenaje a Beni. Se ve que era una persona bastante interesante y que te habra aportado muchas cosas. Lo siento por la perdida. y por cierto, a ver si nos vemos en breve y hacemos algo. No podre ir a la fiesta porque estoy en Pamplona pero nos vemos en breve. Te dejo la pagina web de mi grupo para que veas a grandes rasgos como sonamos... Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Muy buena historia y muy bien contada. Que la puedas pasar muchas veces a otros como me ha llegado a mi. Parece que ha muerto otro poco de Rock&roll, pero somos numerosos y aguerridos.

    ResponderEliminar
  4. Toco en grupos de la movida?, que relacion tiene con la movida madrileña?

    Yo lo conoci en el Rebel un dia.

    ResponderEliminar
  5. soy la sobrina de beny,me a encantado tu detalle,y queria agradecerte con todo el corazon lo que has echo por el,el siempre estara en el rebel y en el corazon de quien supo apreciarle,como siempre estara en mi corazon y en el del resto de mi familia.
    adios beny.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El circo del odio

El sentido natural de la Navidad

El demonio ha muerto... cuidado