El sentido natural de la Navidad
Siento pena por quienes odian la Navidad, y también por quienes la convierten en un negocio, y por quienes caen en él como moscas en la miel, por placer o por aplacar su débil conciencia materialista. También siento pena por quienes no ven más allá (más atrás en el tiempo) de la celebración cristiana... Sí, más allá: La Navidad, despojada de la tradición materialista y la cristiana (ambas a menudo de la mano), recobra su verdadero sentido original, de celebración del solsticio de invierno (otra fiesta "pagana" más solapada en su momento por el Cristianismo).
Los dioses del Sol de antiguas culturas y tradiciones paganas también "nacían" en el solsticio de invierno: Helios (Grecia), Apolo (Roma), Mitra (Persia), Huitzilopochtli (Tenochtitlan)... Los romanos celebraban el 25 de diciembre la fiesta del "Natalis Solis Invicti" (Nacimiento del Sol Invicto), en honor a Apolo. En aquel entonces, el solsticio de invierno ("bruma") tenía lugar efectivamente el 25 de diciembre. Posteriormente, la modificación del calendario realizada por Julio César (en el 45 a.C.) provocó que el solsticio se "trasladara" a la fecha actual, entre el 21 y el 22 de diciembre. Sin embargo, el Cristianismo adoptaría el 25 de diciembre (erróneamente por tanto) para celebrar el nacimiento de su dios del sol, "luz" del mundo, redentor, etc...
Había otra fiesta en Roma en torno al solsticio de invierno, de siete días de duración, llamada Saturnalia (en honor al dios Saturno), en la que los romanos detenían guerras y negocios (vacaciones), intercambiaban regalos y liberaban esclavos. Este es el origen de nuestra Navidad "cristiana", una celebración obviamente desconectada de su verdadero sentido natural, globalizada (vía apostólica), distorsionada, materialista y, francamente, odiosa. Cuando la fiesta original abandonó el contacto con lo natural, con la Tierra, con el ciclo del Sol, perdió su razón de ser.
Los antiguos incas, en su celebración del solsticio, realizaban una ceremonia de iniciación a la vida adulta de los varones jóvenes del imperio. La humanidad hoy puede realizar también un acto de iniciación a la vida adulta, un acto de madurez evolutiva, de concienciación vital, de reseteo mental, de renacimiento cultural, de auténtica iluminación, de reconciliación con el verdadero motivo y sentido del maravilloso suceso que tiene lugar en estas fechas: el inicio de un nuevo ciclo solar (el día comienza a ganarle tiempo a la noche) y, en consonancia, un nuevo ciclo vital, un verdadero año nuevo; y un compromiso verdaderamente trascendente y coherente con la historia: con el pasado, el presente y el futuro de la humanidad.
Es muy sencillo: no precisa de actos de fe, ni de largas liturgias, ni de ministerios infalibles, ni de tonadillas graciosas, ni de intervenciones fantasiosas, ni de mitos nórdicos, romanos u otros cuentos. Simplemte hay que pararse un momento en medio de "la vorágine social", o apartarse un poco si es necesario; y sentir el suelo que pisas, el aire que respiras y, sobre todo, el sol que te ilumina y te calienta... La Navidad, entonces, se convierte en el mejor momento del año para celebrar la vida, tu propia vida, y qué mejor forma de hacerlo que junto a su causa más próxima: la familia. La celebracion en aparencia cambia poco, pero en el fondo recobra su verdadero sentido natural.
Feliz Navidad, amigos, y mucha luz en este ya iniciado nuevo ciclo solar.
Borrón
Creer y crear
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