La subasta

Ayer por la noche disfrutaba de una relajante velada músico-espirituosa en el madrileño "Warhol's", ese peculiar garito de la calle Luchana. Estaba sólo: mis amigos habían sucumbido poco a poco al peso de la noche, pero me encontraba muy a gusto. Tampoco descartaba la posibilidad de encontrar "una sonrisa de repente" en aquel bar, cuando alguien me tocó la espalda.

Me doy la vuelta y me encuentro con un risueño chaval al que no conozco de nada: 1,70 de altura, delgado, moreno, americano, atuendo malasañero. Me da la mano y me mira como si ya nos hubiésemos visto antes...

UNKNOWN GUY.- ¡Hola!

YO.- Hola, tío.

UNKNOWN GUY.- ¿Cómo estás?

YO.- (Asiento con la mirada.)

(Justo en ese momento se me acercan otros dos chicos y me preguntan si sé quién vende no-sé-qué tipo de droga. Respondo que no y vuelvo con el desconocido.)

UNKNOWN GUY.- ¿Estás con ellos?

YO.- Sí. (Le miento, todavía no sé por qué.)

UNKNOWN GUY.- ¿Cómo te llamas?

YO.- Sergio, ¿y tú?

UNKNOWN GAY.- Carlos

YO.- Ok! (Ahora soy yo quien le da la mano.)

CARLOS.- (Breve silencio.) ¿Quieres venirte a mi casa esta noche conmigo?

YO.- (Pongo mi mano encima de su hombro y sonrío cálidamente.) De verdad, muchas gracias, pero no soy gay.

Carlos me regala su última sonrisa y comienza a volver sobre sus pasos hasta que desaparece entre la gente. Al cabo de diez minutos vuelvo a verle: sigue sólo. Mientras apuro mi última copa (cocacola-sola), observo el revoloteo de mariposas que acontece a mi alrededor (es divertido) y me pregunto por qué me ha tenido que tocar un tío en la subasta de esta noche.

Comentarios

  1. porque hay personas que no pueden evitar ser como realmente son aunque pretendan ser otra cosa...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El circo del odio

El sentido natural de la Navidad

El demonio ha muerto... cuidado