Frío

Un interminable pitido desintegra repentinamente ese silencio senil que caracteriza al Metro de Madrid por la noche. Relajante para unos, estresante para otros... Ensordecedor.

No hay nadie en la estación. El tren para y del segundo vagón desciende un hombre de unos cuarenta años, alto, pelo moreno y corto. Viste un traje oscuro y sostiene en su brazo izquierdo una gabardina de color claro. Nadie más se apea de aquel tren, porque nadie más, a excepción del conductor, viaja en él.

El hombre comienza a caminar hacia la salida; mientras se pone la gabardina, observa cómo se cierran las puertas del tren. Un breve chasquido y el metro se va claqueteando rumbo a la siguiente estación.

De pronto la danza torna en bulería cuando una chica irrumpe rápidamente en la estación. "¡Me cago en la puta!", exclama. Mira con enfado al hombre, que en ese momento se cruza con ella y comienza a subir la escalera que lleva a la calle. "¡20 minutos!", musita la joven, airada. Y de nuevo aquel silencio de caverna.

Cuatro metros hacia arriba hay una calle oscura. La escasa luz procece de la boca del Metro, de dos farolas y de algún que otro coche en el asfalto. Junto a la salida de la estación, y sobre una rejilla de ventilación, un vagabundo se retuerce tumbado entre espasmos y temblores por el frío. El aire caliente que sale de aquel conducto no es suficiente para calentar su cuerpo, cubierto tan sólo por un jersey desgastado y unos pantalones rotos.

El hombre de la gabardina sale del Metro y ve al vagabundo. "¡Me cago en la puta!", susurra asustado. Sus miradas se cruzan. La terrible angustia que observa en aquellos ojos queda grabada en la mente de aquel hombre durante 20 segundos.., sigue caminado, 15 segundos..., 10..., 5... Cruza la calle y desaparece. Hace frío...

Dos minutos después, vuelve el hombre de la gabardina. De su mano derecha cuelga una bolsa de plástico. Al llegar, saca de la bolsa una botella de cerveza y trata de entregársela al vagabundo en las manos, pero éste no reacciona. Aturdido, el hombre de la gabardina deja la botella junto al vagabundo y, antes de marcharse, y evitando mirarle otra vez a los ojos, le dice: "Bebe y muérete ya, amigo".

Comentarios

  1. No te parece hora de escribir un poco?

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  2. Curioso que seas tú quien diga eso. ¿No has percibido algo familiar en este texto? Porque esta historia tiene lugar muy cerca de tu casa... Aunque, desvelado ya el misterio, quizá no merezca la pena "darte más tiempo" :D

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