Feliz 2010, hermanos

"Po zi" diría el pobre desgraciado aquel que hacía de la tele una ventana a lo más escamoso y esperpéntico de nuestra sociedad pudiente; este fin de año me apetece desear felicidad a todos, aunque sea materialmente imposible este deseo, aunque la felicidad no sea más que un transitorio estado de euforia, que sumado a otros tantos nos hace creer llevar "una vida feliz". Aún así o, quizá por todo esto, me sumo a la tradición de felicitar el año, ya que no pierdo nada y quizá no merezca la pena perder a ese amiguete que ameniza los pocos momentos en los que no estoy a gusto solo. Incluyo absolutamente a todos en mis felices deseos para 2010: familia, compañeros de trabajo, ex alumni, profesores, amistades de aquí y de allá; también a mis archi vilipendiados osasunistas, ex amantes, a los bebedores de cerveza, a los laístas, a las chonis madrileñas, a la descorazonada arpía que pone multas en la calle Doctor Santero y demás enemigos.

Hasta aquí mi felicitación. Ahora continúo con un consejito de cara a esta noche. ¿No queremos todos lo mejor para 2010, que sea "tu año", "que se cumplan todos tus sueños", etc...? ¿A que sí? Pues no creo que la mejor forma de lograrlo sea comenzando el año con el estómago a reventar, con la boca llena de uvas, pasando un frío de espanto en la puerta del Sol, en un "cotillón en la granja", o con una resaca y una diarrea de espanto. No habrá días al año para pasarse la mañana entera en la cama con el gotero... ¿Y ese concierto de Viena por la mañanita, o la copa del mundo de saltos de esquí, o ese paseíto por el parque o por las calles desiertas mientras el resto de mortales se recupera del coma más mayoritario y absurdo del año? Son planes alternativos, pero no dejan de ser tradiciones, y encima de serie moña (de raritos o colgados): el plan original debe surgir de cada uno, si es que queremos desconectar un poquito de la masa en un día tan especial: el primero de nuestro "gran año".

No quiero faltar al respeto a las sagradas tradiciones y menos aún a sus más acérrimos defensores, a los que guardo un temor colosal. Pero, tan sólo hay que saber un poquito de historia de la humanidad para pronosticar que, en un futuro no muy lejano, la mayoría de nuestros hábitos navideños serán pasto de biblioteca. Así que yo (no obligo a nadie), hombre de futuro (pases divino), os aconsejo que en la medida de lo posible (no merece la pena provocar una tragedia familiar y menos conyugal) os paséis alguna de las costumbres de nochevieja por el arco. Mamá naturaleza premia la autenticidad. El futuro nos espera, esta misma noche.

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