Cagada triste de alpiste

Tras un arranque verdaderamente fantástico (los primeros quince minutos), la nueva "película" escrita y dirigida por Álex de la Iglesia, 'Balada triste de trompeta', degenera paulatinamente en un bodrio infumable cargado de oscuros resentimientos propios de un individuo de mente perturbada, de muy cuestionable habilidad para el cine y "radicalmente" necio.

Como amante (me considero) de la crítica sosegada, de la fina ironía, acudí este domingo a disfrutar (creía) de una parodia hiperbólica ambientada en la Guerra Civil y en el Franquismo, tras la mirada de unos pobres payasos de circo, con todo el juego que esta combinación podría regalar. Toda mi ilusión se fue al traste en un abrir y cerrar de ojos. Personajes, sucesos y realidades históricas de moralidad tan cuestionable como son y fueron la dictadura, la guerra fratricida, el maltrato, el terrorismo etarra, son presentados en el film de la forma más burda que he visto jamás. Una visión tan deformada de algo tan obvio y fácil de criticar, un juicio tan extremo a los valores de la derecha más radical y rancia sólo pueden ser del agrado de mentes igualmente perturbadas, o de una izquierda muy muy extrema, tanto como estúpida.

Lo mejor de la película: los ya mencionados primeros quince minutos (magníficos), el maquillaje, el vestuario, la fotografía (lo que hace un buen presupuesto, vamos... ¡qué vergüenza en tiempos de crisis!), y el papelón del actor protagonista, Carlos Areces, además de las intervenciones de Santiago Segura y Fernando Guillén Cuervo (primeros quince minutos).

Lo peor: El montaje (demencial) y el guion: al servicio de la provocación, incoherente y carente de la madurez que cabría esperar de su creador; en definitiva, un insulto a la inteligencia y al buen gusto.

Siempre he creído que fueron mentes insanas liberadas como la del cerebro de esta película las que en 1936 motivaron la aberración golpista que sumergió a España en la oscuridad durante 40 años. No provoquemos otra vez a los perros, señor de la Iglesia, y ya de paso, deje a su apellido en paz.

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